En marzo de 2015, según los Senadores de la República que votaron a favor de
que Eduardo Tomás Medina Mora Icaza (primo segundo de un diputado que se dice independiente) fuese
ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no es importante su
experiencia en el poder judicial, o resulta intrascendente que conozca un
tribunal de justicia y tampoco importa si conoce de derecho constitucional
mexicano, lo que verdaderamente importa es que lo propuso (y deseaba que fuese
ratificado por ellos) el señor Peña
Nieto.
Tampoco tuvo valor alguno que Felipe Alfredo Fuentes Barrera, tuviese más de 20 años de carrera
en el Poder Judicial de la Federación hasta ser Magistrado de Circuito o que Horacio Armando Hernández Orozco,
contara con casi 30 años de experiencia en ese poder del Estado mexicano y
tuviera el mismo cargo que el anteriormente nombrado.
No importó que hubiese 50 mil firmas de esa misma cantidad
de mexicanos que demandaban que no se ratificara el nombramiento, es más no
importó que desde diversas posiciones de la sociedad ese nombramiento fuera
repudiado, ellos, en su calidad de “supremos ejecutores” asumieron que era la
mejor opción de la terna y votaron en consecuencia.
Es más no importó que se violara la fracción V del Artículo
95 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que dice “Haber
residido en el país durante los dos años anteriores al día de la designación; y”
pues aunque las embajadas son territorio mexicano, no lo es la casa (domicilio)
del embajador y tanto en Washington como en Londres, Medina Mora manifestó un domicilio particular diferente al de la
embajada de México.
Es decir nada era más importante que la voluntad del supremo
mandante, pues dejaron de lado los intereses de la idoneidad de los candidatos
para ocupar ese puesto, del interés supremo de los mexicanos que de manera
organizada hicimos la solicitud pertinente y hasta la Constitución, para
atender la necesidad de Peña Nieto.
Quedando demostrado el desdén que el poder legislativo tiene
por las leyes que ellos hacen y que el poder judicial ha dejado de tener por el
respeto de la ley que ellos “custodian” al dejar de lado su
propia integridad, para plegarse a la voluntad de un obscuro personaje.
Pero lo peor que ha pasado es que se muestra
nuevamente la absoluta falta de contrapesos entre poderes de la nación,
volvemos al presidencialismo caciquil que parecía olvidado hace ya dos décadas, pues Peña Nieto cobró el favorcito, pidiendo al "personajito" de pacotilla que evite que un poder local realice investigación penal o actos de averiguación contra Peña y todo el gabinete de la impunidad.
Ese desdén mostrado por todos hacia sus mandantes, esa
manera tan suya de no hacer lo que nosotros deseamos, es la marca del regreso
al pasado.
SALUD
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