lunes, 4 de julio de 2011

Luchar contra ese pasado autoritario


Mi abuelo, Julio Ruiz (militante activo y fiel creyente del PCM y del comunismo) se enfrentó en 1940 a Gonzalo N. Santos y en 1943 se enfrentó a su candidatura al gobierno local, todavía en la década de los 60, un viejo al lado de don Salvador Nava, se plantó en Tequis para protestar por el fraude electoral.

Don Julio como se le conoció allá era un simple telegrafista de FFCC y así, falleció después de la matanza estudiantil de 1968, entonces él consideraba que “ora si, mijo ya despertó México, a ustedes les toca hacer el cambio

Para entonces mi padre, otro ferrocarrilero (aunque de puño blanco) había participado en el movimiento Ferrocarrilero de mediados de los 50 y como premio (castigo del gobierno) lo ascendieron para mandarlo a un pueblo de Oaxaca por el resto de su vida.

Ahí, lo acompañé de manera repetida a visitar comunidades mixes (ayuuk ja’ay) y zapotecas del istmo de Tehuantepec (binni záa). Siempre recto, siempre dispuesto a ayudar, siempre aprendiendo, mi padre forjó ciudadanía en esos lugares, ocupaba sus fines de semana para escuchar y proponer, para organizar y formular demandas.

Aprendí que reclamando se podía alcanzar lo deseado, pero que no siempre bastaba con reclamar, había que luchar y defender.

Mi padre, aprendió toda su vida, leía cualquier cantidad de información a su alcance y luchó contra el sistema toda su vida, se enfrentó al sistema desde una trinchera muy personal, hasta que en 1998 dejó de luchar y que bueno, pues el “cambio” prometido solo fue para empeorar.

En lo personal, tras concluir la secundaria visité las comunidades mayas en la selva profunda, relegadas histórica y culturalmente, aferradas a su estructura ancestral y muy poco dispuestas al cambio.

Ahí, entre ellos, verdaderos luchadores diarios por la vida se tiene un panorama diferente de la realidad mexicana, se aprende que hay dos realidades, la de nuestros “administradores” gubernamentales que ven un país, un estado, un municipio y una comunidad tan, pero tan diferente a la que enfrentamos sus pobladores y la de los hombres y mujeres de este país que vivimos y sufrimos esa realidad

A mi regreso al DF ya preparatoriano inquieto y dispuesto a seguir el consejo de Don Julio de hacer el cambio, el Estado (ese que sirve para defendernos) me detuvo (ilegalmente) durante tres meses y me soltó sin explicación alguna, lo que me llevó primero a la sierra de Morelos y después a la de Guerrero, siempre buscando la justicia para mi gente, para que México fuera un mejor lugar para vivir, para que las oportunidades que pregonan nuestros administradores llegaran a todos y una parte importante de la población tuviese acceso a justicia, salud, educación y servicios básicos, es pocas palabras a una vida digna.

Como dice el corrido de Catarino Maravillas, terminó la revolución y yo concluí estudios universitarios, me coloque en la administración y desde ahí abrí espacios (educativos) para esas comunidades que tanto admiraba (hasta ahora lo sigo haciendo) aunque ya lejos de la administración pública.

Tras casi 80 años de lucha hoy escucho “hay que luchar contra ese pasado autoritario” lo escucho de un militante de la vieja izquierda, que como yo está convencido de la necesidad impostergable de lograrlo. En el otro extremo escucho “este proceso es consecuencia de la pobreza e ignorancia de la gente” se lo escucho decir a un político con una carrera de más de 40 años, que ha representado los intereses de de un partido nacional mayoritario y ha tenido la posibilidad de cambiar esa situación.

Tras 80 años de lucha, de tres generaciones sólo me pregunto ¿Cuál es el camino?




1 comentario:

  1. Complicada respuesta. ¿las armas? ¿cuántos se animarían a levantarse de verdad? ¿cientos? ¿miles? Para ser aplastados en pocas semanas, ante la indiferencia de una mayoría adormecida por la ignorancia, la pobreza y su estilo de vida del "no meternos en problemas".

    ¿La vía política pacífica? Desde el 2006 vi, tristemente, que era un sendero dinamitado. Los cerdos en el poder jamás dejarán por las buenas. Su nivel de cinismo, aplaudido por los medios monopólicos, es cada vez más ofensivo, descarado.

    ¿Esperar una invasión del norte cuando la mierda comience a mancharlos cada vez más, anhelando que eso calme las cosas? ¿Dejar que los narcos tomen el poder?

    Mi novia, tristemente, tiene en mente una respuesta que circula en la mente de millones: "Esto ya no tiene remedio. Mejor vámonos del país". La capitulación como forma de vida pacífica, sin esperar a ser degollados por el primer loco al que no le demos el paso en la calle, por militares en un retén, por sicarios en una balacera, por policías disfrazados de narcos en un robo, por narcos disfrazados de policías en un secuestro.

    Lamentablemente, yo tampoco tengo idea del camino a seguir. Lo que sé es que mi país se desangra. Y las mayorías sólo tienen a ir a misa para rezar y todo se componga. Una vez a la semana se ocupan, por un par de minutos de la situación del país. Una minoría está en armas, en las sierras, selvas. Aislados, en su propia realidad. Otros tantos sacamos nuestra frustración en medios electrónicos, tratanto de construir ese camino, sin saber como...

    Saludos!

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