Dicen que Rafael Caro
Quintero, tras su detención en 1985 dijo algo así como: “si me
dejan, yo pago la deuda externa, sólo con las ganancias de la venta de
marihuana a los Estados Unidos” pues bien, en 1977, según datos de la
DEA el 90 por ciento de los consumidores de drogas estadounidenses consumían
marihuana y el 90% del total de ese consumo era proveído por México (entonces
controlado por el Cartel de Guadalajara (que deriva en lo que ahora conocemos
como el Cartel de Sinaloa)
Hoy el consumo de marihuana en Estados Unidos es producida
de manera doméstica en casi la mitad del consumo y este ha disminuido de manera
sistemática (aunque los consumidores han aumentado de manera regular), es decir
cada consumidor de cese opiáceo consume menor cantidad.
De hecho en la “Evaluación 2015 de la amenaza de las drogas”
la misma DEA señala que la calidad de la marihuana mexicana es muy baja y que
la producción local es de muy alta calidad lo que ha disminuido la cantidad de
consumo per cápita.
Así pues, la marihuana que se vende en los mercados locales
es en parte, la producción que no puede comercializarse en los Estados Unidos,
debido a su “baja calidad” hoy, como dije en el
tamaño del problema, estamos hablando de entre 1.2 y 1.5 millones de
consumidores regulares de esa droga; algunos de los cuales tienen su propias
formas de cultivo y procesamiento.
Bajo esos parámetros, en mi opinión el mercado debe de ser
de entre 23 y 25 mil toneladas al año (para este año) de las cuales quizá hasta
una tercera parte son de autoproducción, pues tanto en zonas rurales como en
localidades medias y grandes ciudades, muchos consumidores mantienen una o
varias plantas para su autoconsumo;[1]
es decir entre 15 y 16 mil toneladas serían parte del comercio ilegal de la
droga; los principales centros urbanos nacionales (unas cincuenta o setenta
ciudades) deben ser el destino de la mayor parte de ese producto, hace unos 10
años conocí un estudio de “inteligencia” militar que señalaba
los cuatro centros urbanos más grandes del país y Cancún como el destino del
75% del total de las drogas ilegales.
Así pues, los productores que generalmente “rentan”[2]
la tierra que produce la marihuana por
unos cuantos pesos, que son las comunidades agrícolas las que cuidan y cosechan
esas superficies, obtienen ese producto casi regalado pero se requieren unas 2
mil ó dos mil quinientas hectáreas que suponiendo unos 15 mil pesos por
hectárea como gastos generales, nos dan 40 millones de pesos; que incluyen la “renta”
de la tierra y cuidado del cultivo y que se quedan en las comunidades como
parte de los “ingresos” locales.
Una vez en el mercado minorista urbano la marihuana puede
comercializarse en cantidades que van de 50 a 100 gramos, que van de uno a dos
pesos por gramo; lo que hace suponer un total de 25 mil millones de pesos.
El producto que se comercializa en muchas zonas urbanas marginadas
de las grandes ciudades, va entremezclado hasta con pastos comunes u otras yerbas,
lo que prevé a los vendedores al menudeo de algunos pesos más de ingresos.
De esos 25 mil millones de pesos que estamos hablando quizá
hasta la quinta parte sean ganancias de los productores (de los rentistas de la
tierra) y hasta unos 3 mil millones de pesos más estarían siendo distribuidos
entre algunos jefes policiacos (y militares) para la protección de esas cosechas.
En resumen los 17 mil millones de pesos restantes, se quedan
en toda una gran cadena de transportistas (burros y correos), limpiadores,
secadores, empacadores, guardias (incluidos los policías de barrio que reciben
una pequeña tajada de algún comerciante menor), medio mayoristas y minoristas; una
cadena por cierto muy larga y poco remunerada.
Tras recurrir a expertos y conocedores del tema, logramos
dilucidar que en ella debe haber unos 500 mil personas[3]
y en las escalas más altas de distribución (quizá un par de decenas de miles de
transportistas y vendedores al mayoreo)se deben quedar otros 8 mil millones de pesos;
en resumen los restantes 9 ó 10 mil millones de pesos son lo que se distribuye
toda la cadena de comercialización del producto.
En promedio unos 20 mil pesos al año (menos de 2 mil pesos
mensuales) que en más de la mitad de ellos sirven (en el mejor de los casos)
para mantener su vicio y en la otra parte son apenas un ingreso de
supervivencia.[4]
El tamaño del negocio denominé a esta eculubración (por cierto no podré
publicar ahí debido a que Facebook decidió cancelar mis publicaciones desde ese
blog) sólo para hacer ver que el verdadero negocio se concentra en no más de 20
mil personas; unas 2 mil obtendrán ingresos promedios de más de 40 millones al
año; otras 18 mil unos 4 ó 4.5 millones al año y el resto apenas sobrevivirán
con el ingreso de esa actividad ilegal.
Así tres cosas son inminentes ante la posibilidad de la
despenalización en el consumo de cannabis:
- Habrá que pensar en que parte de la economía familiar de unas 200 mil familias será mermada.
- Unos 250 mil consumidores que ahora sobrellevan su consumo, dependencia o adicción; gracias a ser copartícipes de la cadena de distribución, podrán caer en las redes de actividades violentas para conseguir recursos para su adquisición.
- Seguramente la parte de delincuencia organizada pasará a actividades legales gracias a la benevolencia de nuestros legisladores.[5]
SALUD
Te recomiendo:
[1]
Al respecto, les platico que hacia
principios de la década de los noventa, un escuadrón del Ejercito mexicano,
ingresó a las áreas públicas de Tlatelolco, con la consigna de destruir los
plantíos de marihuana que ahí existían; una anciana de unos 75 años de edad les
reclamó pues según ella, esa planta era lo único que calmaba sus dolores y fue
detenida; unas horas después un grupo de vecinos logramos que el teniente del
Ejército (al mando del escuadrón) retirara los cargos.
[2]
En realidad amenazan campesinos,
familias y comunidades enteras y les entregan una cantidad de dinero que en
muchas ocasiones no alcanza para la subsistencia.
[3]
De ellas más de dos terceras partes
son consumidores de la yerba.
[4]
Como parte de los cuerpos policiacos y
pequeños comerciantes de alcohol en comunidades periféricas complementan un
ingreso formal.
[5]
Ahí podemos incluir a Vicente Fox,
Genaro García Luna y otros muy conocidos capos oficiales.
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