Observé las imágenes de violencia, de enojo, de irritación,
de hartazgo, de excitación, de intimidación y hasta de terrorismo y luego,
escuche la justificación de esa violencia por parte de un sinnúmero de actores,
van desde “nosotras tenemos otros métodos
de lucha y este es nuestro derecho” hasta algunas de las convocantes que
justifican la violencia dado que la “desigualdad” en el trato de la
justicia respecto de las agresiones que ellas reciben; algunos y algunas han manejado
el número de agresiones (desde como los hombres las miran con lujuria o de
manera lasciva, hasta los abusos sexuales contra mujeres “detenidas” por la “autoridad”
A partir de esa justificación de la violencia, resultado de
la desigualdad que las mujeres reciben en la sociedad, de la inequidad contra
ellas, me imaginé la violencia que podrían imprimir los indígenas o (para
precisar) las
indígenas pues la violencia y desigualdad en el trato jurídico y social contra
ellas es simplemente abismal respecto de las personas pertenecientes a los dos
primeros percentiles de ingresos nacionales (que en número sería semejante)
También me imagino la violencia que tendríamos derecho a ejercer
los hombres mayores de 50 años que somos rechazados de cualquier oportunidad de
trabajo o los mayores de 70 que somos ignorados hasta por los miembros de su
familia o la violencia que otro pequeño grupo de población conocido como niños
de la calle tienen derecho a imprimir.
Así pues regresé al discurso que a diario nos receta el
Presidente de la república diciendo “pedimos
disculpas por las afectaciones que la cuarta transformación genera, pero lo
hemos hecho sin violencia”
En realidad la presente reflexión es una excusa para tratar
entender lo que significaría la violencia de parte de cada uno de los que nos
sentimos relegados, ignorados, aislados, no tomados en cuenta y hasta
denigrados por las instituciones, por las personas, por la sociedad o por algunas
estructuras de gobierno.
Les he repetido a quienes me han querido escuchar que López Obrador escogió el camino de no
confrontación con esos dos o tres o diez primeros centiles (o percentiles) de
la población más beneficiada (económicamente) a los que denominó “fifís”
(aunque muchos endejos y poco
agraciados se quieren
adjudicar el término) como un mecanismo de avance, de evitar desgastar capital
político en luchas estériles que además llevarían a un empantanamiento
administrativo.
Ha repetido que esto es un cambio de régimen, que se trata
de desmontar desde la estructura todo vestigio del neoliberalismo (lo ha
comparado de manera sistemática con un neoporfirismo)
de acabar con el sistema corrupto que se formó en los últimos 36 años y que
para ello se requiere la mayor cantidad de energía social.
Los que ahora “justifican” los actos violentos que
se generaron en la protesta del viernes pasado, dicen que diario hay nueve víctimas
mortales y ¿cuántos hombres?; dicen que una de cada diez mujeres asesinadas en
México son niñas ¿cuántos son niños?; señalan que 80% de las mujeres se “sienten
inseguras” y ¿el porcentaje de hombres es diferente?; dicen que urge se
declare la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres y ¿eso resolverá el
problema?
Hoy ya, como una respuesta
orgánica de parte de la comentocracia (radio, prensa escrita y tv) se nos hace
ver el “enorme” reto de la autoridad para reducir la brecha en el
acceso a la justicia de parte de las mujeres, en realidad debiera de hablarse
de la brecha de injusticia entre gente según su estrato social, o de la brecha
de impunidad o de “incapacidad” de la justicia para llevar a proceso a quienes
tienen poder político, social o económico, o de la brecha de ilegalidad
permanente (o de incapacidad de la autoridad para hacer cumplir la ley)
Parece que ya los fifís
encontraron un esquema de violencia y quieren algunos muertos (reprimidos o
inventados) para iniciar otra andanada contra la estructura gubernamental local
y/o federal.
Parece que hasta ahora se han
desmontados algunas de las estructuras de poder fáctico, pero ya empezó a
dolerle a los verdaderos dueños de México y quieren violencia ya sea para
acusar al régimen de represor o para llevar a las estructuras de gobierno a una
espiral de violencia que detenga el cambio.
Si, la marcha feminista fue usada
por alguna estructura de poder para confrontar, para tratar de lograr una
confrontación. No lo lograron y ahora
recomponen la violencia al justificarla como resultado de desigualdad pero bajo
ese esquema, hoy México sigue siendo muy desigual y pues si todos los que
tenemos algo que reclamar los hacemos con violencia pues en unos meses
estaremos en guerra civil.
SALUD
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