lunes, 18 de julio de 2011

La encrucijada de la izquierda mexicana

Ese término, tan retrotraído sin sustancia real, es hoy sujeto a un escrutinio personal (en cada una de las conciencias progresistas), familiar en aquellos hogares en los que las posiciones tras la última elección federal, se separaron en dos y hasta en tres partes; social pues dado el caso, parece seguir existiendo un margen muy amplio de mexicanos que consideran que la sociedad mexicana hubiera sido otra bajo circunstancias diferentes.

No me propongo reconsiderar el hubiera, pues como decía mi apa, ese es la escusa de los tarugos para justificarse.


La izquierda es en esencia progresista, es visionaria, es poco calculadora (explosiva) y todo ello conjugado la hace revolucionaria, revolucionaria en términos reales.


La izquierda no nace en México en un momento determinado de la historia, no es una estructura partidista y no pertenece a un grupo de personas que ostenten esas estructuras partidistas.


Incluso, durante el priato, muchos de sus miembros eran de izquierda (en el mejor sentido de la palabra) y casi puedo reconocer personajes afiliados, militantes y fervientes panistas que fueron de izquierda.

También en los partidos de “izquierda” hay graves casos de reaccionarios y hasta doctrinarios de derecha.

Así, la izquierda no es una estructura partidaria, es una estructura de pensamiento, una filosofía de vida, una forma de ser y comportarse ante situaciones y hechos, un mundo con valores y códigos propios y generalmente trascendentes.


Ahora, ante una coyuntura electoral, se vuelve a hablar de la división de la “izquierda”, como si esto fuera un pecado o resultado de la catástrofe, se define como inevitable, cuando la izquierda por su condición no es estable, no es inmutable, es decir, cambia según las circunstancias.

Aun recuerdo aquella plática entre Arnoldo Martínez y Diego Torres en la que el primero señalaba la necesidad de hacer campaña aunque fuera presencial, para mostrar la existencia de una vos diferente (en el proceso electoral de 1976) y la respuesta en el sentido de que la estructura partidista no daba para eso, que era un gasto inútil.

No tengo duda que hoy en México, la izquierda tiene sentido amplio, un sentido personal en una parte importante de la sociedad, aunque no estoy seguro de que la estructura partidista (o las estructuras partidistas) sean capaces de acompañar un proyecto nacional.


De antemano, desde hace muchos años, las estructuras partidistas, han dejado de representar a la izquierda, a las mujeres y hombres que ven en el futuro de México, un país de igualdad, un país de progreso, un país de leyes.

Ya hace unos días señale el profundo rasgo salinista en el surgimiento del PT y soy un convencido de que el PRD está alejado de las verdaderas causas nacionales, se ha convertido en una estructura corporativa (tan parecida a la que tanto criticaban)


Las estructuras partidistas hoy marcadas como de izquierda en nuestro país, no son más que un membrete chupador de recursos y organizadores de pequeños grupos sociales para mantener un estatus de sus dirigentes.


No se si la población (esa a que tanto hacen referencia) conozcan o identifiquen a los “luchadores por su bienestar”, sin embargo reconozco que López Obrador alejado de una política partidista y sobre todo consiente del rechazo que generan los políticos partidistas de las izquierdas, representa para una parte de esa población, una esperanza.

Es en eso y sólo en eso que las dirigencias de las “fuerzas políticas nacionales” y algunas estructuras de organizaciones políticas, han depositado su esperanza de mantener una presencia (y los recursos que de ella derivan)


La construcción de un movimiento independiente, social y de masas, es sólo una estrategia que de entrada carece de posibilidad, pues en México, la corrupción no es privativa de estructuras partidistas o de políticos, esa ha permeado las conciencias individuales y se ha enquistado en la sociedad.


Muchos de los “dirigentes” de esa estructura paralela, están ahí en espera de recibir una tajada del poder que genere una eventual victoria.

Muchos otros lo hacen en función del poder local que están logrando y de un estatus mejor a partir de él.


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