“México no está en llamas”
Osorio Chong
Yaoyotl o tlazohtlaliztl, en náhuatl; ba’ate’il
o yaakunaj, en maya; guerra o amor; disyuntiva planteada en 2012 con “la
república amorosa” que tanto escozor causó a las mafias del poder y que
tan pocos entendieron.
Pues bien, ganó yaoyotl y ba’ate’il; ganó la guerra y
ahí estamos, metidos, sumidos, imbuidos en un estado de guerra que de manera
silenciosa pero pertinaz, mata cientos de mexicanos diariamente, que de manera
permanente corroe las estructuras sociales y enfrenta a la población, que de
manera indisoluble escala los niveles de violencia social, local y federal.
Todo empezó hacia mediados de los 90; cuando un guerrista
fue colocado en la Segob y “decidió”
que la palabra empeñada por un funcionario público era menos valiosa que los
mezcales que se había empinado antes de la firma de los Acuerdos de San Andrés;
que “decidió” que propiciar y alimentar
grupos paramilitares, en la selva chiapaneca era mejor estrategia que mejorar
la condiciones de vida de las comunidades indígenas inconformes tras cinco
siglos de explotación.
huitzilopoxtli (guerra) |
Empezó pues en 1995 cuando Emilio
Chuayffet Chemor, metió al país en un estado silencioso pero obstinado
de guerra; cuando una administración empecinada en considerar a los disidentes
como enemigos, los minó, los atacó, los redujo a comunidades cada vez más
alejadas; bueno, en realidad empezó cinco siglos antes cuando los
conquistadores iniciaron el exterminio de las comunidades originarias.
En la lógica de esa administración, los grupos disconformes eran
además parte de los grupos criminales asentados en las comunidades indígenas de
la Selva chiapaneca, de la sierra oaxaqueña, de la Montaña guerrerense, de las
sierras poblanas; aunque “misteriosamente” no se consideró lo
mismo para el caso del “triángulo dorado” en la confluencia de
Durango, Nayarit y Sinaloa.
En la lógica de guerra de esos “estrategas” de la guerra;
eran las comunidades indígenas parte del crimen organizado y no sus rehenes; en
su muy escaso nivel de entendimiento, culpaban a las comunidades originarias de
haber permitido la infiltración de células criminales; en su nivel de estupidez
jamás entendieron que la criminalidad, las armas y la violencia, estaba siendo
aplicada por los criminales contra nuestros pueblos originarios, que eran
prisioneros en sus propias comunidades; nunca alzaron la mira para atacar las
condiciones de pobreza local y con ello disminuir la vulnerabilidad de los
pueblos sometidos por los criminales.
Fueron 10 años de guerra silenciosa, pero permanente; fueron
10 años de ataque constante a la criminalidad, sin ataque a las condiciones de
vida en nuestras comunidades depauperadas por la infiltración criminal; fueron
10 años de errores de visión y de ahondar la desigualdad, la violencia, el
sometimiento y la diferencia.
Después vino la guerra de Calderón, que nunca jugó a los soldaditos y decidió jugar con nuestras
fuerzas armadas a hacer la guerra a los criminales; que como he dicho intentó
matar moscas a escobazos en una cristalería; los resultados fueron tan
desastrosos como cuando los chamacos apedrean panales de avispas.
xochiquetzal (amor) |
En esa dinámica nos alcanzó el cambio de administración; en
esa lógica de guerra declarada, llegamos a la “disyuntiva” (falsa
disyuntiva) de seguir el camino de la guerra o intentar el camino del amor;
ahí, en 2012 huitzilopoxtli y xochiquetzal, esposos en la mitología azteca uno
dios de la guerra y la otra del amor (protectora de la prostitución) se
enfrentaron y ganó, como en las leyendas misóginas, ganó la guerra; se impuso huitzilopoxtli
a quetzalcóatl, dejó de haber entendimiento para continuar la violencia.
La violencia del gobierno contra los criminales dejó de
estar soterrada, pasó a una fase de franco enfrentamiento, primero en Michoacán
en donde según otro guerrista se acabó
con la criminalidad, aunque la realidad lo desmienta a diario; después en
Tamaulipas, en donde la espiral de terror social ahora simplemente es
inadmisible e insoportable; ahora en Jalisco en donde durante más de dos
décadas no sólo se permitió, sino se alentó la actividad criminal; después en
todo México, que total avanza para atrás.
Hace apenas unos días nos decía Peña Nieto, en un acto conmemorativa de una batalla heróhica de
nuestros hermanos indígenas poblanos nos dijo: “Los
actos violentos del crimen organizado, lejos de frenar la acción del Gobierno,
fortalecen la determinación del Estado mexicano, para hacer valer la ley en
todo el territorio nacional”
Ya ayer la “fuerza del Estado”, la violencia
institucional, la ley de mátalo en caliente, la ley fuga o quizá todas juntas;
fueron aplicadas a 42 “delincuentes” (que, por cierto,
traían en la frente un tatuaje que así lo decía) fueron ejecutados, como en los
piores
(así) momentos del Estado represivo; como en una continuación de sus “enfrentamientos”
en Chenalho, Atenco, Ayotzinapa, Tlatlaya y Apatzingán; ahora sumamos Tanhuato.
Pero ahora la “estrategia” tiene un doble mensaje,
pues por un lado nos presenta un nivel de violencia institucional inusitado y
por el otro el repliegue de los grupos de poder a los designios del mandamás.
La aplicación de esos niveles de violencia, aunque fuese
contra criminales es simplemente un mensaje a la población en general de estensen
(así) quietos y se convierte en un nuevo aglutinador social para enfrentar la
estupidez con inteligencia.
Escalar los niveles de violencia, llevará necesariamente a
una guerra fratricida, reencontremos a xochiquetzal y Quetzalcóatl;
antepongamos el amor (aunque sea prostituido) y la palabra; creo que aun es
tiempo, pero ya estamos en el límite.
Pongamos alto a la paranoia gubernamental, no permitamos que las llamas crezcan.
SALUD
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