El amo,
el
patrón, el señor, el jefe; son sólo algunas de las
formas en que los “acompañantes” los eternos lambiscones tenían para denominar a
quien le servían; los choferes con o sin arma, con o sin fuero y casi siempre
con muy pocas otras capacidades, que estaban al servicio de un individuo con un
poco de poder político, económico o social, esos que permanecían a la espera de
la salida del jefe sin importar sus propios horarios, sin tener vida propia.
Pues bien, el señor Peña
Nieto fue a Mazatlán a la inauguración de una obra carretera (financiada
con recursos federales y realizada por Grupo Carso) sin estar oficialmente en
el evento, llegó a él el señor Carlos
Slim y estuvo ahí cerca, sin que se la mencionara.
Al final del evento y no como un acto fortuito el señor Slim Helú fue conducido hasta la unidad
en que se trasladaría el señor Peña
Nieto y fue invitado a subir en el asiento del copiloto, ahí fue colocado
por quien lo condujo hasta ese vehículo, al mismo vehículo y de manera casi
simultánea sube sólo otra persona (dicen en la nota de El Tiempo que es el gobernador
de Sinaloa, Mario López Valdez).
En esa nota hay un video que muestra y corrobora lo que a
continuación describo: el señor Peña
se despide de algunas personas y su Jefe de Ayudantes se encuentra a su lado, al
término de las despedidas, lo acompaña hasta la parte del conductor de la
unidad y después sube a la parte posterior del vehículo.
El señor Peña
conduce la unidad, se convierte en chofer del señor Slim; un momento captado por las cámaras, sin mayor recato, sin
cautela alguna, ante la vista de muchos y muy variados personajes, ante la
presencia de cámaras de fotografía y video; el señor Peña es bajado del pedestal, es desprovisto de su embestidura, sólo
para convertirlo en el conductor de un vehículo que lleva tres personajes, dos
de ellos sin la menor relevancia.
En esa imagen, se plasma de una manera cruda el nivel de subordinación
de nuestro más alto administrador al poder fáctico; de dependencia a los
poderes reales del Estado; de sumisión del gobierno a las superestructuras
económicas nacionales.
Pero al margen de lo ahí visto, dejando de lado el avasallamiento
del poder político y de la sumisión a que fue sometido Peña Nieto; es
importante retomar la otra imagen, la de la imperiosa necesidad de establecer
una comunicación (obviamente de parte de Peña
con Slim) de hacerle llegar de
manera directa e impostergable un mensaje al verdadero poder, al poder del
dinero.
Desde hace unos días he venido tratando el debilitamiento de
los poderes del gobierno mexicano, primero con un extenso recuento del camino
de descalificaciones
y ataques al que ha estado sometido desde hace un año y después con un
manotazo que pretende desligarlo
del Grupo Atlacomulco y tomar su “propio” camino; ahora este texto (el
video y la imagen de Peña subordinado al poder económico) me hacen pensar en la
inmensa necesidad de reconocimiento que requiere el obscuro personaje, para
poder legitimarse, para retomar cierta capacidad de gobernabilidad en la última
parte de la administración para la que fue electo.
Me imagino una “muy amable” conversación en la que
le comunica al señor Slim (que
muchos sabemos es sólo prestanombres de Carlos
Salinas), la necesidad de apoyo, de legitimación del gobierno, la
inaplazable necesidad de lograr consensos y de acallar los niveles de
inconformidad social que se están observando.
También me imagino una muy atenta respuesta de Slim (y por él de Salinas) en que deja (dejan) muy claras las necesidades de ellos,
para apoyarlo.
Pues parece que en principio ya hay un arreglo con los que
pueden medio recomponer el muy maltrecho barco de gobernabilidad, pero creo que
sería conveniente preguntarnos nosotros si ¿estamos dispuestos a pagar el
precio? y preguntarles a ellos ¿Cuánto más apetito tienen de seguir sangrando
las arcas?
Yo creo que ya la liga se estiró suficiente, que está a punto
de reventar y ellos lo saben, por eso uno está dispuesto a humillarse siendo chofer y el otro dispuesto a mostrarlo como un vil lacayo del poder real.
Mostrando con ello uno su verdadera incapacidad más que para conducir un vehículo y el otro se voraz apetito por hacer dinero.
Mostrando con ello uno su verdadera incapacidad más que para conducir un vehículo y el otro se voraz apetito por hacer dinero.
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