El viernes 29 de enero, Esteban
Moctezuma (el niño del balón) escribió algo que denominó “El
espejo de Francisco” en el que con absoluta falta de autocrítica
nos indica que Jorge Mario Bergoglio,
vendría a México y sabedor de que a “los mexicanos nos gustan los espejos” nos
pondría frente a uno, para vislumbrar la
pobreza en la zonas urbanas del país (Ecatepec); el abandono
de nuestros pueblos originales (San Cristóbal de las Casas); los
niveles de violencia e infiltración del crimen organizado (Morelia) y el
ignominioso destino de los migrantes nacionales (Juárez).
Quizá esos cuatro problemas vistos por el señor Moctezuma que sigue siendo representante
de los grandes poderes fácticos nacionales, para él y para otros muchos
mexicanos son los cuatro más importantes de México, aunque con toda claridad la
corrupción (y la impunidad, de la que Moctezuma
disfrutó una gran parte de su vida pública) que está por arriba de ellos y que
tiene a nuestro país sumido en el espiral de las otras grandes calamidades
nacionales.
Ya en septiembre pasado, el máximo jerarca de la iglesia
católica mundial, causó escozor entre las jerarquías políticas estadounidenses
e incluso parte de la Cámara de Representantes de los EUA desistieron de
asistir a una sesión extraordinaria para escucharlo; sin embargo el discurso
apenas tuvo tintes críticos a las estructuras de poder de aquel país.
En México el cuidado del discurso (en calidad de jefe del
Estado Vaticano) parece también (hasta ahora) estar aséptico (sin mierda), pero
lleno de referencias que pueden ser “interpretadas” de manera disímbola y
hasta referencial (como escuché hoy a un “distinguido” miembro de la iglesia
católica diciendo que la crítica contra las elites católicas nacionales, pueden
ser absolutamente válidas para todos los actores sociales y políticos
nacionales) así, ellos en lugar de asumir la crítica la descargan en los otros.
No me parece importante entrar en el discurso papal, es más,
lo que el señor representante de dios (de ese dios) diga o deje de decir en sus
discursos, será pateado por los destinatarios del mismo, es más será
ignorado por los que ahora se encargan de difundir la salida, el transcurso
y hasta las muecas y gestos del personaje en cuestión.
Es más, ya parte de la cadena “noticiosa” nacional,
envuelve la figura en un halo de divinidad incorpórea y evita a toda costa que
se muestren los signos de inconformidad poblacional, primero en Ecatepec, las “fuerzas
del orden” se encargaron de obligar a los vecinos que se negaban a que
sus casas fueran pintadas para dar la apariencia de estar bonitas y los de la
naciente y siempre “democrática” Ciudad de México de retirar a quienes mostraron su
descontento (en un acto de libertad de expresión) por la presencia de ese
individuo.
Los señores que como Moctezuma
han disfrutado y disfrutan de un estatus “diferente” al resto de los
mexicanos, se encargan ya de mediatizar, hacer inmediato y olvidar el discurso,
el mensaje que deje será seguramente lo menos importante tras la partida, volveremos
a la realidad nacional: al no reconocimiento de la pobreza urbana, al ocultamiento
de la desigualdad que con el olvido a los indígenas, les hace a estos cargar
con los mayores niveles de ella; a la cotidianidad de la violencia que producto
de la cooptación y corrupción de las estructuras de seguridad pública local y
de las fuerzas federales de seguridad, se hace cada vez más atroz y al olvido
de nuestros compatriotas y de miles de centroamericanos que a diario transitan
en busca de una vida que México y gran parte de los países de América no les
han podido ofrecer.
Regresaremos a los soluciones cosméticas de pintar casas en
lugar de ofrecer mejores oportunidades de vida a los que en ellas “viven”;
de retirar a los quejosos en lugar de atender las quejas; de realizar anuncios
mediáticos respecto de la cantidad de delincuentes capturados en lugar de
atacar el problema desde la raíz, desde la incautación de sus recursos y
bienes; de comunicar lo mucho que aportan y han aportado a la cultura nacional
nuestros pueblos indígenas, pero que siguen en el olvido.
Me acuerdo mucho de Luis
Spota cuando escribió aquello: “el señor presidente…; el señor presidente…;
el gran hijo de puta…” ahora simplemente referido al señor pontífice o
al papa.
Volveremos a la corrupción de que viven cientos de
privilegiados gracias a la impunidad y a la miseria de nuestro acontecer
diario, ahora con la bendición papal.
SALUD
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