lunes, 15 de febrero de 2016

Una visita sin trascendencia

El viernes 29 de enero, Esteban Moctezuma (el niño del balón) escribió algo que denominó “El espejo de Francisco” en el que con absoluta falta de autocrítica nos indica que Jorge Mario Bergoglio, vendría a México y sabedor de que a “los mexicanos nos gustan los espejos” nos pondría frente a uno, para vislumbrar la pobreza en la zonas urbanas del país (Ecatepec); el abandono de nuestros pueblos originales (San Cristóbal de las Casas); los niveles de violencia e infiltración del crimen organizado (Morelia) y el ignominioso destino de los migrantes nacionales (Juárez).

Quizá esos cuatro problemas vistos por el señor Moctezuma que sigue siendo representante de los grandes poderes fácticos nacionales, para él y para otros muchos mexicanos son los cuatro más importantes de México, aunque con toda claridad la corrupción (y la impunidad, de la que Moctezuma disfrutó una gran parte de su vida pública) que está por arriba de ellos y que tiene a nuestro país sumido en el espiral de las otras grandes calamidades nacionales.

Ya en septiembre pasado, el máximo jerarca de la iglesia católica mundial, causó escozor entre las jerarquías políticas estadounidenses e incluso parte de la Cámara de Representantes de los EUA desistieron de asistir a una sesión extraordinaria para escucharlo; sin embargo el discurso apenas tuvo tintes críticos a las estructuras de poder de aquel país.

En México el cuidado del discurso (en calidad de jefe del Estado Vaticano) parece también (hasta ahora) estar aséptico (sin mierda), pero lleno de referencias que pueden ser “interpretadas” de manera disímbola y hasta referencial (como escuché hoy a un “distinguido” miembro de la iglesia católica diciendo que la crítica contra las elites católicas nacionales, pueden ser absolutamente válidas para todos los actores sociales y políticos nacionales) así, ellos en lugar de asumir la crítica la descargan en los otros.

No me parece importante entrar en el discurso papal, es más, lo que el señor representante de dios (de ese dios) diga o deje de decir en sus discursos, será pateado por los destinatarios del mismo, es más será ignorado por los que ahora se encargan de difundir la salida, el transcurso y hasta las muecas y gestos del personaje en cuestión.

Es más, ya parte de la cadena “noticiosa” nacional, envuelve la figura en un halo de divinidad incorpórea y evita a toda costa que se muestren los signos de inconformidad poblacional, primero en Ecatepec, las “fuerzas del orden” se encargaron de obligar a los vecinos que se negaban a que sus casas fueran pintadas para dar la apariencia de estar bonitas y los de la naciente y siempre “democrática” Ciudad de México de retirar a quienes mostraron su descontento (en un acto de libertad de expresión) por la presencia de ese individuo.

Los señores que como Moctezuma han disfrutado y disfrutan de un estatus “diferente” al resto de los mexicanos, se encargan ya de mediatizar, hacer inmediato y olvidar el discurso, el mensaje que deje será seguramente lo menos importante tras la partida, volveremos a la realidad nacional: al no reconocimiento de la pobreza urbana, al ocultamiento de la desigualdad que con el olvido a los indígenas, les hace a estos cargar con los mayores niveles de ella; a la cotidianidad de la violencia que producto de la cooptación y corrupción de las estructuras de seguridad pública local y de las fuerzas federales de seguridad, se hace cada vez más atroz y al olvido de nuestros compatriotas y de miles de centroamericanos que a diario transitan en busca de una vida que México y gran parte de los países de América no les han podido ofrecer.

Regresaremos a los soluciones cosméticas de pintar casas en lugar de ofrecer mejores oportunidades de vida a los que en ellas “viven”; de retirar a los quejosos en lugar de atender las quejas; de realizar anuncios mediáticos respecto de la cantidad de delincuentes capturados en lugar de atacar el problema desde la raíz, desde la incautación de sus recursos y bienes; de comunicar lo mucho que aportan y han aportado a la cultura nacional nuestros pueblos indígenas, pero que siguen en el olvido.

Me acuerdo mucho de Luis Spota cuando escribió aquello: “el señor presidente…; el señor presidente…; el gran hijo de puta…” ahora simplemente referido al señor pontífice o al papa.

Volveremos a la corrupción de que viven cientos de privilegiados gracias a la impunidad y a la miseria de nuestro acontecer diario, ahora con la bendición papal.

SALUD
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