Quién no ha visto el chapulín colorado, una escenografía
gastada y hecha vieja por su uso, desgastada por su reiteratividad, falta de
ingenio y con risas grabadas, un programa que semana tras semana repetía las
mismas graciosadas (estupideces que parecían chistes para bobos)
Bueno, pues el nivel de nuestra clase política parece haber
bajado ahí, la presencia del niño verde en El Torito, es desde cualquier punto
de vista muestra del deterioro del nivel de esa fauna.
Primero, un Senador de la República conduciendo su auto con
unas copitas de sobra, después un nombre falso (que diferencia de Jesús Silva Herzog Flores que se
presenta con su nombre y hasta bromea con la situación) y tras la lectura de
los indicadores de alcohol en la sangre “azul” del personaje “verde” la amenaza
de sus distinguidos acompañantes (guaruras)
Por cierto, para los que les interese eso de los orígenes de
las palabras guarura viene el vocablo rarámuri o tarahumara “wa’rura” que
significa precisamente acompañante y se empieza a utilizar de manera popular
tras una gira de Luis Echeverría a la Sierra Tarahumara en 1972 cuando el
consejo de notables invita a sus wa’rura a pasar a la reunión.
Esa estructura de poder que se ha generado entorno a politiquillos
de medio pelo hecho al vapor a la sombra de complicidades obscuras, esos
grupitos de “acompañantes” que debieran proporcionar seguridad a sus patrones
(que en realidad somos nosotros) debieron de haber asumido el control del
vehículo (tras observar al niño verde en estado inconveniente) y ―en todo caso―
“convencer” a la autorida (así) de manera civilizada que el detenido era un
Senador de la República, casi un dios intocable, pero no, la prepotencia por
delante.
Otra historia para meditar, tras el atentado a Ronald Reagan
en marzo de 1981 en que una bala penetró a su pulmón, al ser subido al
vehículo, el presidente dijo “a la Casa Blanca” y su guarura (miembro del
Estado Mayor Presidencial estadounidense preparado para esas actividades) dijo “al
hospital” y tras eso “en este momento, su seguridad es mi responsabilidad y vamos
al hospital señor Presidente”, eso salvó la vida de Reagan pues en caso de no
haber sido atendido e manera inmediata la historia sería otra.
No se sorprendan, hace años, muchos años que los “acompañantes”
de políticos dejaron de ser consejeros y negociadores o conciliadores, nunca
como ahora vemos séquitos de acompañantes que medianamente estudiaron la
secundaria y no tienen la menor idea de la responsabilidad de cuidar la
integridad física de sus patrones.
Así pues el teatro en que se ha convertido nuestra política
es muy semejante a la gastada escenografía del Chavo del Ocho o el Chapulín
Colorado, con malos (muy malos) chistes y risas grabadas, es una absoluta
pérdida de valores y un desperdicio de personajes inútiles, que pagamos
nosotros y que sólo nosotros podemos quitar.
Salud.
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