domingo, 24 de julio de 2016

Problemas sin atender que pueden explotar

Hacia mediados de 1996, ya cuando el señorcito Chuayffet se había desdicho de los “Acuerdos de San Andrés” porque “coaccionado” por siete chincholes lo habían hecho firmar algo que no revisó; la violencia en Chiapas, especialmente entre grupos paramilitares estructurados y armados por los caciques locales y miembros de los grupos de apoyo del EZLN, inició una escalada que resultaba a todas luces imposible de detener; que todos sabíamos que acabaría en una masacre.

Las organizaciones campesinas locales, lo comunicaron de manera oficial al titular de la dependencia del ejecutivo que se encargaba del campo y, Lavestida se lo comunicó de manera oficial al titular de la dependencia política; el señorcito Chuayffet sólo atinó a responder que: “son problemas interraciales ancestrales” (eso está por escrito y firmado por ese pendejo cuando aún se creía la princesa)

Han pasado más de 20 años, las demandas sociales de aquellos grupos insurrectos, siguen sin ser atendidas, las ancestrales demandas de nuestros grupos originarios son simplemente ignoradas por su autoridad inmediata, por la intermedia y por la federal, ellos no son tomados en cuenta, han sido borrados de la historia, de la política y hasta de la geografía.

Esas disputas ancestrales interétnicas (que es lo correcto) son reales, están presentes de manera cotidiana en los pueblos y comunidades de Chiapas, de Oaxaca, de Guerrero, de Puebla, de Veracruz, de San Luis Potosí y de muchas otras entidades federativas del país, son comunicadas a las “autoridades” de manera formal o informal, pero no son atendidas, es más, son alentadas por los grupos que como en la segunda mitad de la década de los 90 del siglo pasado, armaron pobladores para enfrentar a otros y después simplemente dejaron que los mataran.

Acteal no fue un “accidente” en la historia nacional, fue el resultado de acciones encaminadas a desatar la violencia, como muestra de que el Estado está por encima de la población nacional, que la “unidad” de que se habla en los discursos es sólo una palabra hueca, sin sentido.

Las  manifestaciones de descomposición social son cada vez más comunes y frecuentes, la violencia social se manifiesta ahora en pequeños casos de disputas intrascendentes que acaban en violencia; ello es resultado de la ineficacia, de la ineficiencia, de la indolencia, de la indiferencia y hasta de la complicidad de los administradores públicos.

Los mexicanos, formal o informalmente hemos gritado de manera clara nuestra inconformidad con las acciones de gobierno (ejecutivo y legislativo), les hemos dicho lo que queremos y cómo lo queremos, pero ellos, hacen de cuenta que no existimos.

Ellos creen que diciendo que “hubo un error” y pidiendo disculpas (sinceras) los agravios se olvidan, pero no, los agravios se suman a los ancestrales olvidos y a la indolencia de trato.

Lo acontecido en Chamula no es casual, es sólo la manera en que un pueblo ignorado por su autoridad inmediata reacciona ante la presencia y el desparpajo de este en un evento de la comunidad.
La violencia con que reaccionó la población de esa localidad mexicana, es sólo el estallido momentáneo de la violencia contenida durante los últimos 500 años en que han sido explotados, ignorados, olvidados y muy violentados pos sus autoridades.

Que a naiden (así) sorprenda esa violencia contenida, está hoy presente en amplias franjas de la población nacional, esperando la chispa que la prenda para hacerse justicia por propia mano y seguramente empezará por las figuras más emblemáticas de la estupidez nacional, el ejecutivo y los legislativos.

El pueblo de México no es tonto, no cree en sinceras disculpas y sólo espera el momento para cobrarle a él y a todos sus agresores, las ofensas de cien años de olvido; ahora la violencia será contra los agresores del pueblo.

Sigan haciendo juicios simplones y el país les estallará en las manos.

SALUD

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