Desde que mi memoria tiene capacidad de recordar, los “administradores”
públicos federales hacen cuentas sobre la necesidad de que México crezca, que
crezca a más del 3.5 por ciento anual (como mínimo para mantener estándares de
bienestar social) que crezca a tazas del 7 por ciento anual para que se observe
una mejora en dichos estándares.
Desde hace tres décadas hemos venido escuchando el discurso
de que” para crecer se necesitan reformas estructurales” y en esas tres
décadas hemos tenido seis procesos recesivos de la economía mexicana
(reconocidos y de mayor o menor intensidad) los de mayor intensidad en los más
graves y con mayor impacto social (ene 1994-oct 1995 y ene 2008-may 2009) se
perdió el 10 por ciento del PIB nacional.
Los ciclos económicos no son producto de la “casualidad”,
es más no son un asunto de leyes o de previsiones económicas, son resultado de
la aplicación de “políticas económicas” estatales inadecuadas o erróneas, de
políticas públicas en materia económica apresuradas y (especialmente) de los cambios
que se generan en los mecanismos de recaudación fiscal anual (Ley de ingresos)
Desde que tengo memoria lo que los fiscalistas denominan “miscelánea”
fiscal se hace y rehace cada año, se cambian las reglas del juego cada año, la
normativa para realizar inversiones en nuestro país está confeccionada a la
medida de esos “administradorsitos” (así) y muy acorde con los intereses de
ingreso público nacional, es decir es una calentura momentánea que resulta en
un margallate que generalmente no se cumple.
Desde mediados del año pasado la industria de la
construcción sufre un severo estancamiento y a partir del presente año un retroceso
muy importante, en realidad hoy, el mercado de la construcción es apenas dos
terceras partes de lo que era hace un año, es decir se contrajo en más del 30
por ciento en sólo un año.
No se espera que este sector (que en economía conocemos como
motor) se reactive de manera inmediata, es más, se considera que un año más
estará en recesión.
Al ser la construcción un motor de crecimiento económico
interno (por su capacidad para generar empleo y activar mercados de largo
plazo) y estar jalando los indicadores nacionales hacia abajo, ya todos los “analistas
económicos” (excepto
el CEESP) y “actores oficiales” han recompuesto la expectativa del
crecimiento de la economía mexicana desde un más del 4 por ciento en diciembre
hasta un menos del 3 por ciento hace unos días y ayer escuche a Jonathan Heath
considerar la posibilidad de que “este año la economía mexicana crezca apenas
al 2 por ciento” SALUD.
Pese a sus “reformas estructurales” (ya está la
laboral, la educativa y la de competencia y telecomunicaciones) y a su “pacto
por México” que se supone hará otras “muy importantes” pese al
optimismo oficial de que “ahora si estamos haciendo lo correcto”
la economía mexicana se encausa nuevamente a un proceso recesivo de profundidad
pues la dependencia económica del mercado nacional respecto de la economía de
Estados Unidos es aun de entre 76 y 78 por ciento y la economía norteamericana
está estancada, es decir su mercado NO está creciendo y nuestra producción NO
está yendo a ese mercado.
Si, desde 1994 hasta la fecha hemos dejado de depender de la
economía mexicana en casi 12 puntos porcentuales y hemos diversificado nuestros
mercados de exportación, sin embargo, la economía mexicana sigue dependiendo
del mercado externo y del petróleo.
Desde hace tres décadas diversos actores nacionales hemos
manifestado que el modelo económico nacional NO es más que el e una fábrica de
productos para el extranjero y de pobres nacionales, es el MODELO lo que dejó
de funcionar, no la legislación.
Replantearnos ahora una economía de mercado interno, capaz
de generar ingresos y consumo suficiente desde adentro y para adentro (sin
descuidar los mercados externos) sería un buen momento, dejemos de lado la
estúpida idea de que entregándole
a las arcas nacionales mayores recursos lograremos mejores resultados.
SALUD
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