Tres, los tres “grandes” partidos políticos
nacionales se encuentran en un proceso de “cambio” de dirigencias, el PAN y Ricardo Anaya bajo el lema "la
rebelión de las bases", prevé continuar con el camino “olvidado”
en 1997 (cuando siendo Felipe Calderón
presidente nacional) dejó que Vicente Fox se apropiara de la estructura para
lograr el poder presidencial.
El PRI, en donde a la muy
vieja usanza del candidato de unidad, con Beltrones busca “un nuevo acercamiento” con el poder
presidencial, para “apoyar” la gestión administrativa de las figuras políticas
surgidas de ese membrete político.
El PRD sin figura pública aparente, acepta la “propuesta”
de su Carlos Navarrete de “camisa nueva”, es decir propone lo
mismo que hace apenas un año propuso Cuauhtémoc
Cárdenas, en el sentido de “una dirigencia sin ataduras”
Es decir regresar al pasado, volver al México de los 90, en
que los partidos políticos controlados por un hombre omnipotente, controlaban
todo y decidían todo.
Parece que ellos tampoco aprenden del pasado, pues ya quedó
demostrado que un PAN
dogmático y ortodoxo sólo sirve al poder, sólo es útil a los intereses de
un grupito acostumbrado a “negociar” a venderse bien y rápido;
a los intereses de las clases que lo controlan y lo mantienen como comparsa en
el juego del poder.
Un PRI entregado a los designios presidenciales es un
partido sin futuro, sin bases, sin dinámica propia y, sobre todo, sin capacidad
propia para hacer política; es un esqueleto al servicio del poder, una posición
más para colocar a los amigos del primo que quedó desempleado y una caja sin
valor, como dijo Elba
Esther tras su encontronazo con Madrazo “una triste agencia de colocación”
Un PRD sin vida, sin grupos, sin discusión, sin capacidad de
disentir vuelve a ser una estructura para buscar puestos a toda costa, para
crecer electoralmente y para hacer negocio con los puestos logrados; una caja registradora
para unos cuantos, a los que desean rendimientos electorales a cambio de
autonomía, a los que confunden la democracia con ganar elecciones.
Esos partidos ya los conocimos, esas maneras de hacer
política ya las vivimos, esos mecanismos de “negociación” para hacer
aparecer como mecanismos “democráticos” en los que “todos
ganan menos los mexicanos” son parte de los entramados que dieron lugar
al “milagro
mexicano” y después con las componendas del poder modernizador nacional.
Esas etapas de un México en paz, proveedor de desarrollo
nacional, capaz de hacer crecer la economía (aunque los mexicanos ni siquiera
nos enteráramos de ello), es parte de un modelo político totalitario que
controlaba todo, que era capaz de infiltrar todas las estructuras de poder
local y que con un mecanismo de cernido, separaba a quienes se oponían a él.
Pero ese México de antaño, dejo de estar, ese México, de
mexicanos sumisos, dispuestos a aceptar los “designios” de dios y la
naturaleza, a aceptar la “mano invisible” del mercado, desapareció
hace más de treinta años.
Hoy los mexicanos y la capacidad de comunicarnos, la
incapacidad (inmensa incapacidad) de creer en nuestros gobiernos, la decisión
de asumir nuestro destino (aunque nos falte organización para hacerlo) estamos
dispuestos a no regresar a esos modelos políticos; aunque parezca que sí.
En el PAN los hombres de “sangre azul” volverán a
tomar la estructura; en el PRI el todopoderoso pondrá a una figura
abyecta y sumisa; en el PRD regresará el caudillismo; pero no volverán los
tiempos en que eso se podía hacer.
Pues bajo el lema común de “cambiar para seguir lucrando”
las tres fuerzas políticas nacionales más importantes, creen (así de creer) que
pueden hacer lo que Díaz Ordaz o Echeverría, piensan que el salinato
(y sus atrocidades) pueden regresar impunemente; nos tocará a nosotros decidir
que México queremos.
SALUD
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