Hace unos días mi hermano (saludos Jaime) entre otras cosas
escribió ”El esparcimiento ha entrado al juego de la oferta y la demanda. Es
prácticamente imposible que hoy una familia de escasos recursos acceda a un
parque, deporte, lectura, expresión cultural o diversión. Los espacios públicos
están extinguidos, hay ciudades donde a la gente pobre se le ha arrinconado y
su diversión es ir de día de campo a un camellón”
“Evidentemente, las consecuencias de bloquear las opciones de expresión
de la subjetividad se traducen en violencia. Cada joven, ama de casa, obrero,
padre de familia que no canaliza sus frustraciones mediante la vía del deporte,
la expresión cultural, la lectura o el esparcimiento, terminará con acciones
que lo expongan y ponga en riesgo la paz social”
A partir de ello, considero hacer una “defensa” del tema, así
desde finales del siglo pasado y a principios del presente, se han realizado
diversos estudios respecto del incremento de la violencia (especialmente en
jóvenes) y la carencia de espacios u oportunidades de “esparcimiento” pero son
verdaderamente cansados y por demás tediosos en sus grado de correlación y
efecto de uno sobre otro (efecto inverso)
Por lo que siendo empíricamente comprobable que hay una
relación de esa falta de oportunidad para la expresión de factores subjetivos
entre la población y los niveles de violencia familiar, social y personal, no
quiero referirme a ese aspecto en particular, pues resulta por demás inútil hacerlo,
ya que las políticas públicas de “recuperación de espacios públicos”
de cualquier manera no hacen énfasis en lo trascendente, que sería la
devolución de esos espacios públicos a los que más lo necesitan.
Baste ver en ciudades como Zacatecas, Aguascalientes,
Monterrey o Villahermosa; amplios “espacios públicos recuperados” para un
grupito poblacional clasemediero que los “disfruta” sin DISFRUTARLOS, es más
vallamos al parque de Chapultepec en la ciudad de México, en donde cada vez es más
extraño observar familias completas con sus bolsas de pan de caja en las que
estaban los emparedados o con sus bidones de aguas de frutas, se ha reservado
para clases medias y parejas de jóvenes.
A partir de lo escribido por mi hermano, pensé: el problema
es que ya no se libera la adrenalina de manera natural, ya dejamos de tener
mecanismos de liberación corporal que nos cansaban de manera natural y nos
llenaban de experiencias absolutamente personales, ya nos limitamos a ir y venir
de la casa al trabajo (cuando lo tenemos), no tenemos tiempo de “hacer
nuestras cosas” (como dice una linda persona que convive conmigo)
Pero, a cambio nuestra percepción de la realidad se refleja
en la TV (que yo no veo desde hace una década cuando menos así que estoy sujeto
a errores cuando hablo de ella), ahí se libera la adrenalina que antes sacábamos
con la lectura, la asistencia a un evento “cultural” o la práctica de alguna actividad
deportiva.
Los niños y jóvenes mexicanos actuales pasan cuatro (y hasta
siete) horas alimentando su capacidad de asombro e ingenio viendo caricaturas
gringas mal traducidas y que no reflejan en nada la realidad de nuestro país.
Las amas de casa (medias de clase media y baja) reciben tres
y hasta diez horas de telenovelas que reflejan una hacienda o casa bien (a la
que aspiran) en la que se desarrollan diálogos absolutamente ajenos a su
realidad, que no les aportan absolutamente nada a su capacidad de cambio
personal y mucho menos a su alimentación cultural personal.
Los adultos reciben
unas dos y hasta cinco horas de exposición televisiva, generalmente programas
gringos (series) e información noticiosa, aunque ocasionalmente recibe espectáculos
deportivos.
En los años 70 la TV era un factor de unidad familiar, en
torno de ella se reunía la familia, se observaban unas horas (si acaso tres) y
generalmente eran programas intrascendentes, producciones locales con temas y
libretos repetitivos con risas gravadas y “chistes” sin gracia, pero
absolutamente liberadores de cargas emocionales personales y familiares, era un factor de cohesión familiar y sólo era una parte del esparcimiento de los miembros de la familia.
Hoy la TV nacional no produce más que novelas y noticieros,
las primeras ajenas a la realidad de sus destinatarios y los segundos (que se
convierten en el verdadero liberador de adrenalina) absolutamente manipulados,
carentes de contenido informativo y como flashazos desarticulados, se puede
pasar 15 minutos con un perro amarrado a un árbol o con un náufrago de Cuba y
le dan 10 segundos al desfalco de una institución bancaria por parte de uno se
sus socios o al posible involucramiento de un funcionario público en actividades
de narcotráfico.
Es más en algunos de los canales locales ni como error hacen
referencia a temas delicados como puede ser la relación de funcionarios
públicos con actos de corrupción o el gasto indebido de recursos públicos o la
acción de grupos de vecinos a favor o en contra de ciertos temas.
Ante la falta de contenidos informativos, se llena la
pantalla de temas de violencia que hacen que la familia con morbo gasten su
energía, me platican que hace unos días un noticiero local de Torreón dedicó más
de 15 minutos al rescate de tres cuerpos de jóvenes que habías colisionado en
un vehículo en una de las avenidas rápidas de la localidad, con esos “temas”
los jóvenes, las amas de casa y los adultos mexicanos liberamos lo que antes
hacíamos jugando una cascarita en la calle o tejiendo una chambrita para el
nieto o viendo una buena película en el cine de barrio.
Hoy la TV transmite contenidos absolutamente ajenos a
nuestra realidad y los que corresponden a ella los lleva a la pantalla tan distorsionados
que sólo sirven para trastocar el concepto de esparcimiento.
SALUD