Ayer, una reunión en casa se prolongó hasta las primeras
horas de hoy al enfrascarnos en el tema electoral de 2015 y las postulaciones
de las estructuras partidistas en algunos de los estados en los que habrá
proceso electoral concurrente, yo me quedo con una duda ¿realmente la vía electoral
puede hacer la diferencia en el camino de México?
Hacia 1970 los universitarios estudiábamos las “facultades
meta constitucionales” del presidente; aprendíamos que el poder ejecutivo federal
controlaba los otros poderes de la unión y se sobreponía a sus decisiones; nos mostraban
como el control presupuesta ejercido desde el centro, limitaba el poder local y
que en muchos casos los acuerdos para lograr presupuesto en una entidad
federativa requerían “ceder” en espacios legales locales a los poderes federales.
Hasta 1976 un partido político (con sus comparsas) dominaba
la vía electoral nacional, recuerdo un estudio de un proceso electoral en
Yucatán, con 106 municipios en los que sólo el PRI nominó candidatos a todas las presidencias municipales, en 48 lo había hecho el PAN y en poco más de 30 algún
otro partido político, ese estudio mostraba que de los 50 municipios en que
había más de un candidato, el del PRI había obtenido el total de los votos en
14, es decir, ni los candidatos opositores habían votado por ellos mismos.
Las oposiciones electorales jugaban el papel de patiños,
obtenían algunos espacios de poder local a través de “acuerdos” preestablecidos;
la “izquierda
histórica” (como le denominan algunos estudiosos de la historia
política nacional) que hacía presencia electoral como en 1976 Valentín Campa (PCM sin registro) en
una contienda presencial. Sólo para
recordar en ese proceso electoral ni el PAN presentó candidato.
Las “facultades meta constitucionales” del presidente le
permitían nombrar hasta presidente de su partido y jugar con los cargos de
elección popular de manera omnipotente, sólo como ejemplo cito el caso del
proceso electoral federal de 1985 una “distinguida” subsecretaria (saludos
Idolina) fue nominada por un distrito de su tierra natal y tras “arduas
negociaciones” cambió la nominación por la de su esposo.
La farsa electoral de 1988 y el rompimiento
del pacto político nacional de 1994 desquebrajó, fracturó y polarizó a la población
mexicana; el resultado de esos dos eventos, hasta ahora muy estudiados pero jamás aclarados, muestra el manejo que
desde las esferas del poder se tenía de las elecciones, no sólo federales sino
hasta locales.
Desde ese entonces y hasta la fecha, la geometría política
dejo de ser, no tuvo significancia alguna y aunque me digan que el “nacionalismo
revolucionario” del PRI se incorporó a las corrientes más avanzadas de la izquierda
y juren que hoy las fuerzas políticas que se ubican en ese espacio del espectro
político nacional son vanguardistas, yo sostengo con pruebas que no son más que
bandoleros con fuero y sólo para documentar el caso quisiera poner como muestra
a Rafael Aguilar Talamantes y su
PFCRM que desde 1988 y hasta 1997 (diez años) sólo se dedicó a obtener prebendas
políticas, ha jalar agua para su molino.
Me salto por obviedad la "transición democrática" de México,
que lejos de de manera consensuada por los partidos políticos, nos ha costado miles de millones de pesos, muchos de los cuales son la
acumulación originaria de los cacicazgos locales y federales que ahora pugnan
por el poder político y que como resultado real y tangible sólo tenemos el cambio de partidos sin renovación de liderazgos y sin transmisión real de poder a la sociedad.
En este año, 10 partidos políticos y un ejército de “candidatos
independientes” pugnarán por una “nueva distribución” del poder
político nacional y de las arcas públicas sólo para prepararse para la
contienda de 2018, sin mayor visión de México, que su México; de ese gran botín que les ha representado siempre y que esperan seguir disfrutando durante mucho más tiempo.
No hay un proyecto de nación medianamente coherente en esas
10 fuerzas políticas nacionales, no hay una visión del México, más allá de la
inmediatez de lograr los puestos para poder negociar con los otros actores
políticos locales y nacionales y seguir en el mismo camino que ya demostró no
ser viable.
Estamos a más de treinta años de ingresar a la globalización
económica, montados en un burro denominado neoliberalismo que ha mostrado su
incapacidad para reducir los niveles de pobreza, su imposibilidad para generar
niveles de bienestar y su inutilidad para modernizar.
La vía electoral desde 2000 ha mostrado que sólo sirve a los
intereses de los grupos políticos y de las élites económica reales y fácticas. No ha servido más que para hacer un país más
desigual y una población mucho más consiente de tomar su destino en sus manos.
No entiendo como este proceso electoral recuperará la
confianza de los mexicanos en las instituciones, así que “al diablo con sus
instituciones” incluyendo las electorales y sus partidos.
Nos dicen que la democracia es una fiesta, pues sí una verdadera fiesta en la que un grupito se apropió de México.
Nos dicen que la democracia es una fiesta, pues sí una verdadera fiesta en la que un grupito se apropió de México.
SALUD
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