Hace unos días dije que fue
Roberto Madrazo Pintado quien sirvió
de interlocutor entre Javier Duarte de
Ochoa y Enrique Peña Nieto,
que Madrazo se desplazó entre Villahermosa, Xalapa, Veracruz y la Ciudad de
México tantas ocasiones como se le requirió para “acordar” con Osorio los “términos” de la impunidad
para Duarte y pues parece que ya no
hay remedio, Peña “aceptó”
y Duarte simplemente se fue.
Hace algunos ayeres, cuando Peña asumió la presidencia señalé que el gabinete había perdido los
“pesos
y contrapesos” que guardo en las viejas estructuras.
Hoy me encuentro la columna de Raymundo RivaPalacio que
escribió hace un par de días y en la que deja claro tres cosas: Peña dejo de tener capacidad para
decidir en el PRI; hay posibilidad de un acuerdo pactado para el “cambio
de partido”; y, hay incluso posibilidad de una alianza partidista para
enfrentar al Morena.
Pero ahí, al final, en el último párrafo deja ver con
claridad que el código genético (lo que eso signifique) priista no alcanza para
la democracia y yo repito a quien
chingados le sorprende eso. Ellos
son animales predadores, ellos se escupen a la cara y salen sonriendo, ellos no
tienen temor pues se saben el manto de la impunidad los cubre, ellos se
enfrentan y se matan (incluso) y siempre salen bien librados.
Ahora para “mantener” el poder requieren de “aliarse”
con otros iguales a ellos y ya tejen las redes para hacerlo, aunque parece que parte
de la descomposición estructural del país viene de esos cambios de humores que
ellos tienen.
Hacia finales del siglo pasado, el PRI perdió la presidencia
de la república, al parecer en una “transición” pactada que desembocó en
un desastre nacional y después de ello (de la pérdida de la presidencia) el PRI
quedó descabezado (huérfano decían algunos), dando tropiezos y con una
dirigencia enfilada a su beneficio (Roberto
Madrazo) que lo único que obtuvo fue una estruendosa derrota en 2006
(pasando a tercer fuerza nacional) y un nuevo proceso de “recomposición”, entonces,
el novel e imberbe Peña “pactó”
con parte de las viejas estructuras (incluido Madrazo) para “renovar” el partido.
Se “acordó” una dirigencia de transición
y la búsqueda de nuevos liderazgos, se “encargó” a Beatriz Paredes la tarea, se buscaron caras nuevas para hacer creer
a la población que ya habían cambiado, pero los “nuevos” salieron pior
(así) que los viejos: el Purux (obeso) Ortega Barnés, que dejó Campeche en un
verdadero desastre local; Roberto Borje
(recomendación, socio y pelele) de la familia Joaquín; Javier Duarte (una
caricatura grotesca de dictadorzuelo de tercer mundo) raterísimo,
corruptísimo y monigote de una parte de los poderes fácticos locales; el otro Duarte (Cesar) que en Chihuahua dejó aparte de un mayúsculo desfalco un
nivel de ingobernabilidad; entre otros.
El genio al que se le ocurrió semejante “ideota”
tuvo que dejar la dirigencia nacional del PRI hace unos meses (tras la
estrepitosa caída de las elecciones locales de este año) y llegó otro corrupto,
otro vividor de la política, otro
personaje obscuro que trae la idea de cambiar para poder seguir manteniendo el
poder, las arcas y la potestad de saquearlas; nada nuevo, lo mismo pero
ahora de manera descarada.
El cambio que hace 10 años intentaron (del que Peña, títere del grupo Atracomucho) es
parte, sólo mostró la verdadera cara del PRI, la cara de la avaricia por el
poder y la cara de la indolencia por el pueblo.
El cambio que tanto pregonaron muestra un total y absoluto
fracaso, nos muestra las peores mañas de los peores hombres y la indolencia por
su desaguisado.
Ahora intentan mostrarnos una imagen de afición y preocupación
por el estado de corrupción, ellos acordaron (en el siguiente periodo ordinario
de sesiones, total no hay prisa) desaforar y perseguir (hasta sus últimas
consecuencias) a unos (muy poquitos) ladrones.
El cambio que nos quieren vender es un cambio de maquillaje,
en el que “ahora sí” todo será diferente, pero ya los mexicanos dejaron de
creer en ellos, en todos ellos.
Ahora, ni todos juntos podrán vencer al pueblo.
SALUD
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