En diferentes medios nacionales e internacionales, hoy se
realizan conjeturas (eculubraciones)
respecto de lo ocurrido en Iguala hace 40 días, de sus causas
y de sus consecuencias;
en realidad la violencia en México nunca desapareció a pesar de que fue extraída
del foco mediático, la “nueva”
estrategia de seguridad pública presentada por el actual gobierno de la
república, se basaba esencialmente en hacer parecer que los niveles de
violencia no existían, simplemente dejando de publicarlos.
Se “sugirió” a los medios hacer menos
énfasis en actos delictivos, se comunicó a la sociedad que la agenda de
violencia no debía ser la agenda nacional, se estructuró toda una agenda
mediática que enfocaba los grandes temas nacionales y todo lo bien que
habríamos de estar cuando estuviéramos bien.
SALUD
Pero la violencia resultado de las actividades criminales
nunca desapareció de la realidad nacional, de hecho se exacerbó, muestra de ello
fue primero la necesaria intervención del gobierno federal en Michoacán
(y las pruebas de un estado federativo absolutamente
corrompido), luego la “velada” acción en Tamaulipas
y los desastrosos resultados en amplios
territorios nacionales.
De manera descarnada se muestra la vinculación de la
criminalidad con las “autoridades” de todos los niveles de
gobierno y en todos poderes; ella es sólo resultado de la incapacidad de las
instancias federales para procesar los casos de todo tipo que involucraban (o
hacían pensar el involucramiento de la autoridad local) y el fácil “arreglo”
político que invariablemente surgía en el momento de tener que resolver alguna
causa penal.
Sólo por recordar algunos casos me permito mencionar Villas
de Salvárcar, San Fernando, lo decapitados en Guadalajara o en Boca del Río;
todos ellos casos paradigmáticos; pero siempre marcados y señalados (cuasi estigmatizados)
como resultado de enfrentamientos entre bandas rivales del crimen organizado
(como si eso los hiciera menos brutales)
SALUD
Además de un pésimo manejo jurídico de casos aparentemente
bien sustentados respecto del involucramiento de “autoridades” con el crimen
organizado, también sólo a manera de recordatorio puedo mencionar el michoacanazo
y el caso de los funcionarios públicos de Tabasco.
La violencia pues como digo, nunca se fue, es más se ha
extendido de manera exponencial en algunas regiones del país, obligando al
señor Peña Nieto (que sigue cobrando
como presidente de la república) que hay “señales
de debilidad institucional en ¿algunas? partes de nuestra república” SALUD
Además de los “análisis” que he visto en diferentes
medios respecto de los acontecimientos del 26 de septiembre pasado en Iguala y
de las consecuencias que ha generado a nivel social, de la descomposición de
los esquemas de manifestación social y de los focos de violencia colectiva
(extrema manifestación del descontento individual que en los colectivos se sale
de control) “el comportamiento colectivo ante la impotencia” dice un
eminente sociólogo.
Es importante recuperar las lecturas (no publicadas) que
tanto la IP como amplios sectores de nuestros administradores (tecnócratas y
no) están dando al asunto, ellos están viendo en esa violencia colectiva, una
amenaza para su estatus de vida, ellos observan en la inconformidad social (ante
su incapacidad para hacer), un “problema” que se les está saliendo
de control.
Ellos miran en las lecturas que nuestros socios comerciales
hacen de la violencia en México, un rechazo a lo “bien que está México” una lectura diferente a la que ellos quisieron
imponer a partir de negar la existencia de la violencia.
Pero la realidad es muy necia (decía doña
boni) y sigue imponiéndose al discurso oficial, esa realidad que intentaron
ocultar hoy simplemente regresa (aunque nunca se fue) para decirles con
claridad: “NO ESTÁN HACIENDO SU TRABAJO”
SALUD
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