Aunque me dicen que ya para ser profesor de educación
primaria, no es necesario ser normalista pues nuestros siempre muy "eficientes" legisladores que además de “condonar deudas fiscales” por no saber leer
aprobaron esta barbaridad, en algo que ellos llaman "duende legislativo" y yo simplemente conozco como ESTUPIDEZ.
Hoy quiero hacer un reconocimiento a esos profesores rurales
que atienden niños de todos los grados educativos en una salón que no cuenta ni
con pizarrón, en el que el agua en tiempo de lluvia no les permite hacerlo con
dignidad y las inclemencias de la naturaleza les “ayuda” a no estar en lo que
tienen que estar.
Hoy en su día quiero mandar un fuerte abrazo y un gran beso a mis dos más queridas maestras, mi compañera de vida y mi hija.
También a todos los profes que a pesar de las condiciones
socio-económicas de la población que atienden (niñas y niños mal alimentados,
con una problemática familiar severa e incluso comunidades sometidas por los
poderes fácticos) siguen haciendo un esfuerzo diario para llegar y estar ahí, por transmitir algunos conocimientos (quizá los pocos que ellos aprehendieron) pero sobre todo llevar a esos pequeños una luz de esperanza, que los gobiernos han olvidado.
Pero quiero hacer un reconocimiento especial a mis
profesores, los que se enfrentaron a este personaje que los hacía repelar, recuerdo
mucho a mi maestra Catita de primero
de primaria sufrió a un chamaco que ya sabía leer y descontrolaba a todo el
grupo, a Jerges (así) Galindo de 5° grado que fue el primer profesor que
entendía de historia de México y me explicó por qué era mejor conocer hechos que
nombres, fechas y personajes.
También a Augusto
Saynes director de la primaria en que estudié (una primaria urbana de una cabecera municipal de Oaxaca), creyente (religioso) atado a
su forma de pensar, pero que abrió mi mundo a la filosofía en sexto de
primaria, que me inculcó la lectura, la buena lectura; que se tomó el tiempo de acompañar mis dudas con su investigación.
Ya en la secundaria recuerdo mucho a María Elena Gastelum de español, que siendo egresada de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UNAM nos mostró el universo de la lectura, que un día
me robó para llevarme a Tepotzotlán al ex convento, para explicarme lo que era
el barroco y su trascendencia en las culturas mesoamericanas; una profesora que nunca dejó que mi interés en la búsqueda de conocimiento en su materia o en general, decayera y siempre tuvo algo que decir cuando yo la busqué.
A Jaime Palomas
que hacía de las matemáticas en segundo de secundaria un verdadero placer con
sus lentes algebraicos y que con explicaciones simples y cotidianas, nos
inculcó la necesidad de esa materia a partir de innumerables aplicaciones que ella tiene.
Recuerdo mucho a mi maestra de Artes, que a pesar de mi
absoluta impericia e incluso torpeza en esas actividades, se sentaba junto a
mi, para llevarme la mano cuando dibujaba y nunca se desesperó con mis
refunfuños, gracias Martha García.
Del bachillerato Manuel
Aviña merece especial reconocimiento, pues con un dejo de humildad siempre
nos inculcó la necesidad de aprender a discernir, de conocer más de una opinión
para poder forjar nuestro propio criterio, de ser plurales y estar abiertos a
la diversidad de opiniones, de abrir nuestra mente para poder recibir todos los puntos de vista.
En la vida me formó una maestra a la que quiero mucho María Luisa de Anda, reafirmó mi
sentido de honestidad y aprecio a la ley, pero agradezco a Maria Luisa Guerrero e Isabel
Fabregat, su empeño por hacer de mí un caballero de respeto y un hombre de
bien (lo lograron a medias)
En las carreras, sólo Javier
Calleros, por su inmensa capacidad para hacernos ver la realidad de la
economía mexicana y el peligro que representaban los chicago boys que invadían
los puestos medios en la administración pública y Rafael Velázquez que en materia de derecho constitucional mexicano,
me inculcó la revisión pormenorizada de la ley antes de iniciar cualquier discusión
pendeja, pero que además me inculcó la lectura al decirme “lo único que un buen abogado debe saber es
leer”
En la vida he convivido con muchas maestras y maestros, pues una parte importante de mi vida profesional fue en la SEP, amigas y amigos que trascendieron a la labor; apoyos y encuentros que saludo siempre con placer.
En mi formación desde el Jardín de Niños hasta las carreras de economía y en derecho tuve malos, regulares y buenos profesores, pero sobre todo el apoyo institucional de la UNAM, que sigue y seguirá a pesar de los nefastos gobiernos, siendo la mejor escuela de México y una de las mejores del mundo.
Soy un convencido que la educación pública en México es de
la mejor calidad. Que son sus docentes
los que la hacen a pesar de las autoridades y los alumnos. Que es el único igualador social y que vale
la pena mantenerla a pesar de la torpe visión de los gobernantes.
Siempre un pueblo educado, será mejor pueblo, aunque
cuestione a sus gobernantes.
SALUD.
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