No hay duda, la educación ha permanecido en el olvido por
muchas décadas en México, el Sistema Educativo Nacional es un verdadero
desastre, hay diagnósticos y elementos de dictámenes nacionales e
internacionales que así lo muestran, sin ser extensivos en ese diagnóstico:
- Según la UNESCO, 34 millones de mexicanas y mexicanos están en rezago educativo; siete millones son analfabetas; 1.4 millones de niñas y niños no asisten a la escuela; más de un millón 324 mil tienen menos de cuatro años de estudio y hay un número inestimable de analfabetas funcionales.
- Según la UNAM, en materia de rezago educativo México se encuentra en una posición de atraso en relación tanto con los países más desarrollados como con los países de América Latina con los que debería, en todo caso, tener una mayor cercanía en términos de niveles de desarrollo y escolaridad de su población.
- En secundaria, el 79.7% de los adolescentes tienen niveles insuficientes o elementales en materia de matemáticas. En español, 79.3% se ubicó en los últimos niveles de desempeño, esto es, casi ocho de cada diez jóvenes no tienen conocimientos básicos, en materias indispensables para su inserción en la sociedad.
- Según el Censo de escuelas, maestros y alumnos de educación básica y especial, una cuarta parte de los inmuebles de educación básica está en “condición irregular” y una de cada 10 “escuelas” no cuentan con pizarrón.
- Ese mismo instrumento nos dice 30% de los planteles no tiene drenaje; 25% de las escuelas no tiene electricidad; el 80% no tiene sanitarios en condiciones adecuadas; el 44% de las aulas son multigrado (es decir un maestro, profesor o educador atiende más de un grado)
Iniciar de alguna manera la corrección de los problemas que
aquejan a la educación nacional, además de ese esfuerzo de definición de
acciones y responsabilidades, requiere mucho dinero y una impecable capacidad
de hacerlo llegar a los que más lo necesitan.
Pero enfoquémonos al problema que desde la perspectiva del
Ejecutivo y su patiño el Legislativo consideraron más grave (por conveniencia o
estupidez) la formación del personal docente, así decidieron culpar a los
maestros de la baja o nula calidad en la educación, haciendo abstracción de las
autoridades educativas, de la falta de presupuesto, del olvido de las
autoridades.
No
entiendo como una reforma administrativa cuyo único elemento novedoso
es la “evaluación” docente y la autogestión administrativa por
plantel puede trastocar realmente un sistema anquilosado y carente de capacidad
de innovación, considero que evaluar al docente es indispensable, que
llevar a ellos herramientas capaces de permitirles desarrollar en mejores
condiciones su labor, es una tarea que olvidamos hace años, para propiciar
mejores niveles de desempeño a partir de estímulos focalizados, sería una actitud
loable que pudiera mejorar resultados en zonas específicas del país.
Acepto
que el hecho de que “En
algunos casos, la creación de plazas ha tenido desviaciones con respecto al
objetivo de cerrar las diferencias existentes en el número de alumnos por
maestro, llevando a un exceso de personal en algunas entidades” no
es culpa de los contratados y sí es constitutivo de delito que habría que
perseguir, pero que esas personas contratadas para ser maestros sin ser
maestros, debiera en estricto apego a derecho ser corregido de una manera clara
e inmediata.
Sin embargo es un hecho que la disímbola formación docente e
incluso, la inclusión de esas personas que no tuvieron formación al respecto, son
un reto para mejorar la calidad educativa nacional, pero para poder enfrentar
el problema lo primero que habría de hacerse es conocer el problema, de que
tamaño es la diferencia de formación, cuántos son los profesores carentes de
capacidad y hasta en qué áreas requieren ser mejoradas sus capacidades.
Un “servicio
civil de carrera” que suministre contenidos educativos,
metodologías y hasta materiales que le apoyen en el proceso educativo puede ser
un camino, para ello el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE),
debiera fungir como recopilador de la información, sistematizador de los
resultados y promotor de procesos de: formación por área; capacitación por
materia y actualización general.
En 1987 se realizó un diagnóstico sobre la plantilla docente
de primaria en seis entidades federativas (incluido el DF), en él se hablaba de
gravísimas deficiencias en conocimientos, de inmenso abandono metodológico y de
graves carencias en el manejo de técnicas educativas; era en pocas palabras
desolador el panorama y no había mecanismo alguno capaz de proponer un camino
para aliviar la situación.
Ya entonces se sabía de la necesidad de acelerar procesos
para un gran programa de igualación docente, ya entonces se establecieron
pláticas con el SNTE, ya entonces se sabía que sólo con la participación de la
representación sindical se podía lograr que se avanzara en ese aspecto.
Pero el camino quedó trunco, no se hicieron verdaderos
esfuerzos para lograr entonces la evaluación permanente del magisterio en
servicio, quedando relegada desde entonces y hasta la fecha, un cuarto de siglo
sin interés por evaluar maestros.
Pero ese desinterés tiene una razón política y sexenal, pues
la implementación de un cambio real en educación a partir de ese tipo de
procesos es de mediano aliento, implica entre tres y cinco años de definiciones
y desarrollo; implica que el esfuerzo lo cosechará el siguiente gobierno y eso
en México no es rentable.
Hoy el tema es que fueron cinco lustros de inactividad, seis
administraciones federales las que dejaron al otro, al que sigue la
responsabilidad de asumir el costo político de esa medida y no los frutos de la
misma.
Pero el INEE que por cierto fue parte de esta “reforma
educativa” además debería evaluar otras cosas además de la formación
y/o capacitación y/o actualización y/o capacidad del docente; podría por
ejemplo elaborar instrumentos para conocer de la pertinencia y eficacia del
gasto educativo; o para el conocimiento de los materiales educativos, de apoyo
y hasta administrativos que tiene cada centro educativo; de las condiciones físicas
de la infraestructura y hasta de los márgenes de “operatividad” en relación
con las condiciones socioeconómicas en que se encuentra enclavado el servicio.
Pues responsabilizarlos y despedir a maestros, no va a
resolver el problema de la educación en México; es más aun considerando que eso
pueda ser factible, no hay docentes en México para suplir a los que (en su
caso) pudieran despedirse, pues el sistema de formación docente, desde 1985 se
abandonó, la formación de formadores (maestros de
maestros) es tambiénuna actividad abandonada por el estado mexicano desde hace
30 años, los centros educativos para la formación docente se han cerrado o
transformado en tecnológicos (bachilleratos terminales) estatales.
Ese, por ejemplo, pudiera ser otro de los grandes temas que
en esta “reforma educativa” debieran de incluirse, pues hoy, la
formación docente apenas se ajusta a la necesidad de expansión del Sistema
Educativo Nacional, no hay margen para la renovación.
Las condiciones de la educación, tienen tantos y tan variados
factores intervinientes que considerar a los docentes como parte del problema,
es “olvidar”
a los alumnos y su nutrición o las condiciones de acceso a los planteles
educativos o los atavismos de los padres de familia resultado de una educación
muy precaria que ellos recibieron.
La filosofía de la educación es la capacidad de hacer de la
educación una disciplina reflexiva, crítica y analítica a partir de procesos
grupales (educando educador) que lleven a avances sistemáticos y permanentes;
pero eso, lleva tiempo y requiere muchos recursos, que como gobierno han
decidido no destinarle.
Hay
experiencias educativas, en materia de operación, de metodología e incluso de
revisión permanente de contenidos que no se aprovecharon en México, porque
requerían inversión.
Hoy
no hay capacidad para la actualización docente ni siquiera en 80 grandes
centros urbanos; no podemos estructurar un programa de formación docente (con
posibilidades de éxito) en más de la mitad del territorio, algunos de nuestros
profesores están tan alejados de la posibilidad de ser atendidos de manera
presencial (Montaña de Guerrero, Soconusco, Sierra de Chiapas, las Huastecas y
Mixteca de Oaxaca) como a siete horas; esas carencias no se solucionan con
buenas intenciones.
Que
los recursos para la actualización (y en algunos casos la formación) del
docente son absolutamente limitados, pregúntense ¿cómo
formar a una maestra que tras haber terminado la secundaria ingresa a dar
clases en tzeltal (sin hablar esa lengua) a niños de una comunidad de Chiapas y
acaba 20 años después dirigiendo el sindicato más poderoso de América latina?
Se requiere un verdadero cambio de paradigma, una nueva
visión de México, un camino diferente para lograr resultados diferentes, se
requiere abrir una nueva puerta, para llegar a un lugar diferente y considero
que ya hoy las condiciones objetivas y subjetivas están más que maduras para
realizar un verdadero cambio.
SALUD
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