lunes, 28 de enero de 2013

De las condiciones en que laboran l@s maistr@s

Antes que nada, señalar que el término usado no es discriminatorio ni ofensivo contra ell@s, en casa, mi mujer y una de mis hijas son profesoras, que mi actividad profesional la he realizado junto a profesores y profesoras a los que estimo grandemente y que tengo grandes recuerdos de mis maestros (aunque no de tod@s)


Hoy El Universal presenta en primera plana un reportaje de las condiciones en que se encuentran los “planteles” educativos en la sierra nayarita, sin espantarlos eso sucede en casi toda la república mexicana, quizá Baja California, Nuevo León, Aguascalientes, el Distrito Federal, Colima y Tabasco sean la excepción a la regla.

En 1997 recorrí la península yucateca revisando escuelas en Hecelchakán (Campeche) vi un grupo de niños caminando de una comunidad a otra y al frente una persona mayor platicando de historia ante mi asombro, la persona que me acompañaba dijo, es el maestro Pedro, el atiende dos comunidades, estos niños vienen con él de una y cuando llega a su destino, regresa con los de la otra comunidad y estos, mañana el recorrido es a la inversa.  El maestro Pedro era una escuela unitaria, atendía unos 40 niños desde los 6 y hasta los 15 años y hacía su mejor esfuerzo por “educarlos” pese a las “condiciones de su escuela” es decir pese a que no contaba con una escuela, ni con un pizarrón, ni con material didáctico, ni con un sanitario, es más ni con una palabra de aliento de sus autoridades.

Esas condiciones hace unos años son las dominantes en amplios territorios de los estados más pobres del país (Guerreo, Chiapas, Hidalgo, Puebla, Oaxaca y Michoacán) en partes de estados con desarrollo medio (Campeche, Coahuila, Durango, Guanajuato, Jalisco, México, Morelos, Nayarit, Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí y Sinaloa)

Hace apenas cuatro años entre la Sierra Gorda de Querétaro tuve la suerte de convivir con un grupo de profesores que se hospedaban en el mismo hotel que un servidor en vacaciones de semana santa y comentábamos que algunos de ell@s estaban bajo un tejado de lámina o de palma, con unos tablones para que se sentaran los educandos y una tabla pintada de verde que “servía” como pizarrón, no creo que me mintieran, conocí muchas así en montaña de Guerrero y en la Sierra de Chapas.

En mi tierra adoptiva Oaxaca ya en el presente siglo, los niños se sentaban bajo un árbol para tomar clases y en Yucatán en la parte más profunda (Tekax, Peto) los niños (cuando llega el maestro) toman clase en condiciones infrahumanas (pues el clima no les ayuda).

También conozco experiencias exitosas de los estados de San Luis Potosí y Tabasco, en donde antes de “programar” la prestación de servicios, se construye el o las aulas necesarias y se contrata al profesor.

¿Cuál es la diferencia? Se preguntarán ustedes, pues el caso e Tabasco que conozco bien, consiste en que desde 1995 descentralizó la prestación de servicios educativos y cada municipio cuenta con estructura administrativa para la prestación del servicio educativo, el mismo caso (o parecido) siguió Aguascalientes y Colima.

En Baja California (muy “influenciados” por la cultura gringa) la administración de servicios es casi comunitaria y la comunidad se preocupa por mantener su infraestructura.

En Nuevo León (especialmente en la zona desarrollada) las autoridades municipales se hacen cargo de la construcción y mantenimiento de los planteles.

Pero en esas tres entidades federativas, como en el Distrito Federal y los municipios colindantes del estado de México, en las zonas urbanas de Sonora, Sinaloa, Chihuahua y otros estados del norte y centro norte del país se han fijado responsabilidades legales, respecto del mantenimiento de los planteles, que no siempre se cumplen.

En estados como Guanajuato y Zacatecas la responsabilidad de construcción es conjunta entre estado y municipio y en Hidalgo y Puebla además se “incluye” a la comunidad educativa (es decir a los padres de familia).

En términos generales, hay mejores escuelas en donde hay más recursos pues ahí alcanza para darle mantenimiento, para construir cuando hace falta y para ampliar cuando se requiere.

Pero en las comunidades pobres de México que son la mayoría de las localidades la comunidad NO SE PUEDE hacer cargo de la construcción y manutención de la escuela o no hay condiciones materiales para ello, es decir, ahí hace falta la participación del estado, sin embargo, dadas las condiciones de pobreza y marginación de esas localidades y de sus comunidades, a la “autoridad” le vale muy poco su atención.

En un viaje entre el aeropuerto de Saltillo y el de Monterrey, a la mitad de la carretera encontré un Centro de Estudios Tecnológicos, ahí a la mitad de la nada, construido con los mejores materiales y con una matrícula muy baja, pero “todos los visitantes veíamos el majestuoso portento de construcción” unos 800 millones de pesos que pudieron servir para unas 1000 aulas de educación básica y que NO SE USARON ADECUADAMENTE.

Ese fenómeno es mucho más lacerante en Puebla o Hidalgo, en donde los administradorcillos locales han construido todo tipo de centros educativos que no atienden población, pues los jóvenes de esas entidades federativas o migran a centros urbanos o al extranjero.

En Quintana Roo las brillantes autoridades educativas se “asociaron” con los hoteleros para construir centros de capacitación en Cozumel y Benito Juárez, mientras más de la mitad de Othón P. Blanco y casi todo José María Morelos NO CUENTAN CON INFRAESTRUCTURA PARA educación básica o la que tienen está absolutamente deteriorada.

Esos desequilibrios, no se arreglan con buena voluntad, requieren DINERO y necesitan de acciones estatales que NO SE ESTÁN previendo en los presupuestos federal y estatales para 2017.

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