Hoy El Universal presenta en primera plana un reportaje de
las condiciones en que se encuentran los “planteles” educativos en la sierra
nayarita, sin espantarlos eso sucede en casi toda la república mexicana, quizá
Baja California, Nuevo León, Aguascalientes, el Distrito Federal, Colima y
Tabasco sean la excepción a la regla.
En 1997 recorrí la península yucateca revisando escuelas en
Hecelchakán (Campeche) vi un grupo de niños caminando de una comunidad a otra y
al frente una persona mayor platicando de historia ante mi asombro, la persona
que me acompañaba dijo, es el maestro Pedro, el atiende dos comunidades, estos
niños vienen con él de una y cuando llega a su destino, regresa con los de la
otra comunidad y estos, mañana el recorrido es a la inversa. El maestro Pedro era una escuela unitaria, atendía
unos 40 niños desde los 6 y hasta los 15 años y hacía su mejor esfuerzo por “educarlos”
pese a las “condiciones de su escuela” es decir pese a que no contaba con una
escuela, ni con un pizarrón, ni con material didáctico, ni con un sanitario, es
más ni con una palabra de aliento de sus autoridades.
Esas condiciones hace unos años son las dominantes en
amplios territorios de los estados más pobres del país (Guerreo, Chiapas,
Hidalgo, Puebla, Oaxaca y Michoacán) en partes de estados con desarrollo medio
(Campeche, Coahuila, Durango, Guanajuato, Jalisco, México, Morelos, Nayarit,
Querétaro, Quintana Roo, San Luis Potosí y Sinaloa)
Hace apenas cuatro años entre la Sierra Gorda de Querétaro tuve
la suerte de convivir con un grupo de profesores que se hospedaban en el mismo
hotel que un servidor en vacaciones de semana santa y comentábamos que algunos
de ell@s estaban bajo un tejado de lámina o de palma, con unos tablones para
que se sentaran los educandos y una tabla pintada de verde que “servía” como
pizarrón, no creo que me mintieran, conocí muchas así en montaña de Guerrero y
en la Sierra de Chapas.
En mi tierra adoptiva Oaxaca ya en el presente siglo, los
niños se sentaban bajo un árbol para tomar clases y en Yucatán en la parte más
profunda (Tekax, Peto) los niños (cuando llega el maestro) toman clase en condiciones
infrahumanas (pues el clima no les ayuda).
También conozco experiencias exitosas de los estados de San
Luis Potosí y Tabasco, en donde antes de “programar” la prestación de
servicios, se construye el o las aulas necesarias y se contrata al profesor.
¿Cuál es la diferencia? Se preguntarán ustedes, pues el caso
e Tabasco que conozco bien, consiste en que desde 1995 descentralizó la
prestación de servicios educativos y cada municipio cuenta con estructura
administrativa para la prestación del servicio educativo, el mismo caso (o
parecido) siguió Aguascalientes y Colima.
En Baja California (muy “influenciados” por la cultura gringa) la administración de servicios es casi comunitaria y la comunidad se preocupa
por mantener su infraestructura.
En Nuevo León (especialmente en la zona desarrollada) las
autoridades municipales se hacen cargo de la construcción y mantenimiento de
los planteles.
Pero en esas tres entidades federativas, como en el Distrito
Federal y los municipios colindantes del estado de México, en las zonas urbanas
de Sonora, Sinaloa, Chihuahua y otros estados del norte y centro norte del país
se han fijado responsabilidades legales, respecto del mantenimiento de los
planteles, que no siempre se cumplen.
En estados como Guanajuato y Zacatecas la responsabilidad de
construcción es conjunta entre estado y municipio y en Hidalgo y Puebla además
se “incluye” a la comunidad educativa (es decir a los padres de familia).
En términos generales, hay mejores escuelas en donde hay más
recursos pues ahí alcanza para darle mantenimiento, para construir cuando hace
falta y para ampliar cuando se requiere.
Pero en las comunidades pobres de México que son la mayoría
de las localidades la comunidad NO SE PUEDE hacer cargo de la construcción y
manutención de la escuela o no hay condiciones materiales para ello, es decir,
ahí hace falta la participación del estado, sin embargo, dadas las condiciones
de pobreza y marginación de esas localidades y de sus comunidades, a la “autoridad”
le vale muy poco su atención.
En un viaje entre el aeropuerto de Saltillo y el de
Monterrey, a la mitad de la carretera encontré un Centro de Estudios Tecnológicos,
ahí a la mitad de la nada, construido con los mejores materiales y con una
matrícula muy baja, pero “todos los visitantes veíamos el majestuoso portento
de construcción” unos 800 millones de pesos que pudieron servir para unas 1000
aulas de educación básica y que NO SE USARON ADECUADAMENTE.
Ese fenómeno es mucho más lacerante en Puebla o Hidalgo, en
donde los administradorcillos locales han construido todo tipo de centros
educativos que no atienden población, pues los jóvenes de esas entidades
federativas o migran a centros urbanos o al extranjero.
En Quintana Roo las brillantes autoridades educativas se “asociaron”
con los hoteleros para construir centros de capacitación en Cozumel y Benito
Juárez, mientras más de la mitad de Othón P. Blanco y casi todo José María
Morelos NO CUENTAN CON INFRAESTRUCTURA PARA educación básica o la que tienen
está absolutamente deteriorada.
Esos desequilibrios, no se arreglan con buena voluntad, requieren DINERO y necesitan de acciones estatales que NO SE ESTÁN previendo en los presupuestos federal y estatales para 2017.
SALUD
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